
Por el dolor, el maestro lo soltó y el alacrán cayó nuevamente al agua. El maestro intentó sacarlo por segunda vez, pero de nuevo el alacrán le volvió a picar.
Alguien que había observado la escena, se acercó al maestro y le dijo: - Perdone, maestro, pero… ¿No se da cuenta que cada vez que intente sacarlo del agua el alacrán lo picará?
El maestro le respondió: - La naturaleza del alacrán es picar. Él no va a cambiar su manera de vivir, pero este hecho tampoco cambiará mi naturaleza, que es la de ayudar y servir.
Entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al alacrán del agua y le salvó la vida.
No debemos cambiar nuestra naturaleza por más daño que nos hagan. No permitas jamás que la conducta de otras personas condicionen la tuya.
Cuando la vida te presente mil razones para llorar, muéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreir.
Tomado del libro “Reflexiones para el alma”, de José Luis Prieto.